Tengo la manía casi supersticiosa de no leer los prólogos de los libros. Ni las contraportadas, ni las notas de autor, ni reseñas demasiados sesudas tampoco.
Nada, mejor nada… Procuro que la obra me llegue «virgen».
Es muy difícil no tener una idea preconcebida del chico más fresco del barrio después de haber oído las mil historias que por ahí contaron las vecinas. Te entregas sólo a medias advertida del peligro. Aunque cuando se es una incauta como yo, no viene mal tener algunos datos para no encontrar sorpresas.
De todas formas, creo no ser la única a quien le gusta enfrentarse a la obra desnuda, sin ninguna aclaración, sin pretextos. Prefiero dejarme llevar por mis propias impresiones en el encuentro.
Digo todo esto, porque al no haber leído nada acerca de la Trilogía de la Memoria -y haberme guiado únicamente por el instinto de mi propio capricho lector- me dí de bruces con una obra que no resultó ser para nada lo que yo pensaba.
¿Arrepentida?
Noooooo, en absoluto.
Reconozco que no es el tipo de obra que esperaba encontrarme y aunque creo que debería haber empezado por otro libro a conocer a Pitol, ha sido una lectura compleja, reveladora, fascinante…
La Trilogía de la Memoria, compuesta por El arte de la fuga, El viaje y El mago de Viena, tienen en común a su personaje principal, la Literatura y a su personaje secundario y narrador de los hechos, a su propio autor Sergio Pitol.
La primera parte de la trilogía, El arte de la fuga es una autobiografía lectora en donde se reseñan y revalorizan sus grandes hallazgos, sus contactos con escritores, sus traducciones…
Esta primera parte he de reconocer que me resultó un poco «culterana», no por supuesto el estilo ni la escritura de Pitol, que resulta de una honradez y una humildad adorables, sino el contenido. Mi sentimiento de imbecilidad, mi falta de conocimiento de muchos de los libros que allí se mencionaban, mi falta de viajes, mi falta de neuronas, también me llevó incluso a irritarme con el autor, sentimiento que se fue disipando conforme avanzaban las páginas.
En palabras del propio autor es El arte de la fuga
[…] una summa de entusiasmos y desacralizaciones que a medida que transcurre se convierte en resta. Los manuales clásicos de música definen la fuga como una composición a varias voces, escrita en contrapunto, cuyos elementos esenciales son la variación y el canon, es decir, la posibilidad de establecer una forma mecida entre la aventura y el orden, el instinto y la matemática, la gavota y el mambo. En una tecnica de claroscuro, los distintos textos se contemplan, potencian y deconstruyen a cada momento puesto que el propósito final es una relativización de todas las instancias. Abolido el entorno mundano que durante varias décadas circundó mi vida, desaparecidos de mi visión los escenarios y los personajes que por años me sugirieron el elenco que puebla mis novelas, me vi obligado a transformarme yo mismo en un personaje […]
En El arte de la fuga, el personaje de Pitol echa el cierre de la narración asombrado ante los acontecimientos de Chiapas y hacia algo más: el manejo del lenguaje del Subcomandante Marcos.
En la segunda parte de la trilogía, El viaje, acompañamos a Pitol a Rusia, desde los preparativos y los pensamientos que lo motivan a ponerse en camino hasta sus sueños, recuerdos e impresiones que lo acompañan en destino.
Nos entrega sus conversaciones, sus visitas, sus encuentros y cada uno de los lugares que pisa, se nos ofrece él mismo en medio de un vendaval en el que no puede separarse la vida creativa de Pitol de la vida en sí misma, puesto que ambas son una misma.
Resultan de una fresca honestidad y una franca sabiduría sus notas, diario y sus reflexiones creativas, que ostentan lo que algunos llaman «la humildad del genio».
Se acude sobretodo en esta parte a un encuentro, un idilio, una concepción y un alumbramiento. Sólo que esta vez la historia de amor se da entre Pitol y una idea.
Y Pitol nos permite asistir a esa germinación creadora que siente inicirse y que cada nuevo acontecimiento parece propiciar y favorecer.
La tercera parte, El mago de Viena, en la misma línea del comentario literario y la re-lectura nos habla de inspiración, de grandes maestros, de creación… En suma, de todo lo que Pitol es, yo diría que es la parte más autobiográfica, aunque siempre lo fue, y nos encoge el corazón haciéndonos saber -mediante un diario- de sus actuales vicisitudes de salud, para cerrar con una afirmación rotunda:
Antonio Tabucchi comentó una vez que Carlo Emilio Gadda invitaba a desconfiar de los escritores que no desconfian de sus propios libros.