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Semana de reencuentros

Esta semana le dí boleto a dos novelitas del tamaño que me gustan.  Breves, de entre 100 y 200 páginas: de ésas que apenas ocupan espacio y a las que no les sobra una página.

No es el mejor Fante el de La hermandad de la uva.

Esa desesperación, esa postura tan amargamente vital, repleta de ira y de inconformismo, está también allí.  La sinceridad de Fante  que a mí me ha conquistado se encuentra en esta novelita tan Fantéstica, pero claro, el listón andaba demasiado alto ya.

Sin duda, el mejor Fante seguirá para siempre en el personaje de Bandini: brutal, odioso, tierno: contradictorio.

Yo siempre recomendaré de Fante la tetralogía de Bandini, aunque sin necesidad de leer los cuatro libros, el Fante que yo más quiero está en Pregúntale al polvo.

Hacía años (miles de años) que leí a Salinger. No sé por qué, pero en España, casi cada adolescente leyó en determinada época esa genialidad llamada El guardián entre el centeno ¿sería en algún momento libro de obligada lectura? Probablemente lo fue antes de la LOGSE y de que la literatura se extinguiese fuera de los círculos miopes en los que aún se venera, porque si no, me resulta incomprensible que casi toda la gente que conozco luzca un ejemplar de la edición del noventa y tantos en su estantería.

Yo lo leí cuando era una cría. Apenas me acordaba de Holden Caulfield y sus fobias a prácticamente todo ¡Jo! Qué buen reencuentro. No sabéis cómo me lo he pasado con el bueno de Holden.

Poco que decir que no se haya dicho ya de este libro. El tono es simplemente perfecto: puro lenguaje adolescente, y puras preocupaciones ¿adolescentes? La adolescencia llega para quedarse toda la puta vida…, lo único que la hipocresía adulta nos enseña a camuflarla. Recordad que la dolescencia es la enfermedad que convierte a un crío feliz en un adulto frustrado. Y recordad también que ese adulto asqueroso que todos somos añora su condición anterior toda la vida y sin cambiar tanto sus preocupaciones, además ¿no creéis?

Bueno, pues eso, yo adoro a Holden Caulfield: Yo soy Holden Caulfield y odio la hipocresía de los buenos colegios y de los clasistas de mierda con los que cada día tengo la obligación de tratar.

Adorable, imprescindible Holden Caulfield; merece la pena leerlo y olvidarlo para volverlo a leer.

De la noticia inevitable de esta semana, la muerte del vallisoletano universal, sólo quiero decir una cosa. Era una cría también cuando leí Cinco horas con Mario.

Las cinco horas que pasa una mujer velando el cuerpo inerte de su marido, rememorando vivencias y reprochándole en vano antiguas cuitas.

Se sirve para ello del monólogo interno de la esposa de Mario y de una biblia del finado, el cual ha  subrayado cuidadosamente ciertas frases que ahora su mujer relee para tratar de analizarlo.

Y con este sencillo recurso me enseñó tantas cosas de la política de este país de la distinta educación y ambiciones de hombres y mujeres, de la omnipresente educación religiosa… Me enseñó incluso a comprender a mis propios padres y a toda esa generación gris y obediente.

Debía yo andar por los trece o catorce años como mucho cuando lo leí y para hacer este resumen, no he necesitado consultar dato alguno

Creo que las cosas que más de diez años después quedan en la memoria son la mejor garantía de haber alternado con algo muy grande.

Y cuando uno tiene una memoria como la mía, todavía más.

Descanse en paz -y en sus libros- su persona.